Tinta Roja | Órgano del Partido Comunista Revolucionario (PCR) Bolivia

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¿Nos atrevemos a vencer?

-E. Arancibia (PCRB)

Nuestro Partido… tiene su propio programa (objetivos inmediatos y finales del movimiento), su propia táctica (métodos de lucha) y sus propios principios de organización (forma de agrupación). La unidad de principios programáticos, tácticos y de organización constituye la base sobre la que se edifica nuestro Partido.” (J. Stalin)

En 1905, ante la primera Revolución Rusa, Lenin lanzaba ante el la clase obrera y el Partido la consigna provocativa: ¿Nos atrevemos a vencer? Hoy a cien años de la victoria de la Gloriosa Revolución de Octubre (1917), considero urgente volver a plantearnos la misma pregunta como comunistas bolivianos. Los bolcheviques que seguimos el legado de Inti Peredo, Che Guevara, Tamara Bunke, Neptal Viris, Carlos Balderrama, Roberto Alvarado, Oscar Alfaro tenemos el reto de construir un Partido capaz dirigir hacia la victoria el proletariado boliviano.

A nivel mundial el imperialismo en todas sus expresiones saca sus garras en las agresiones bélicas y procesos de dominación de mercados, cumpliendo con la caracterización leninista de reparto del mundo entre las potencias. Si bien estas potencias entran en pugnas o contradicciones internas por su dominio sobre territorio, a la vez se unen con el objetivo de mantener el dominio burgués. América Latina ha sido sujeto a las contradicciones entre la decadente hegemonía del imperialismo estadounidense y el bloque imperialista creciente de China-Rusia. Aprovechar las contradicciones inter-imperialistas no significa buscar alianzas o considerar a algunos de éstos como ‘mal menor’. Es fundamental comprender al imperialismo como la fase superior del capitalismo, no como ‘potencias imperiales’ sino un modo de producción, por tanto no es posible una lucha anti-imperialista que no sea una lucha anti-capitalista.

Las contradicciones también se expresan entre sectores de la burguesía, en nuestro continente frecuentemente se enfrentan la burguesía industrial y la burguesía terrateniente; dentro de un proceso de creciente urbanización. El 18 Brumario de Marx, nos deja la clara enseñanza que las pugnas entre sectores de la burguesía toman de carne de cañón al proletariado y las clases explotadas, sin embargo buscan somo objetivo único el dominio de su clase social. El objetivo histórico de la clase obrera, y por ende de su Partido, es irreconciliable con la burguesía. La primera revolución rusa (1905) y su comprensión de la República Democrática es clara, una consigna revolucionaria para derrocar al feudalismo se convierte en reaccionaria una vez que la burguesía la aprovecha para establecer su propio estado. Tener un enemigo en común no significa que mecánicamente debamos ponernos tras la dirección política de otra clase social, más todo lo contrario debemos disputar la dirección política en todo momento y con todas las formas de lucha.

La interpretación mecánica de buscar el ‘mal menor’ o fantasear tras la ilusión de una supuesta burguesía ‘nacional’, ‘patriota’ o ‘progresista’ siempre ha llevado a la clase obrera a una conciliación de clases en la que se impone el interés de la burguesía. La burguesía latinoamericana nos ha demostrado su sumisión al imperialismo (particularmente al imperialismo estadounidense) en demasiadas experiencias (Cuba, Chile, Nicaragua, etc) han traicionado su propio discurso ‘patriota’ para mantener su dominio económico.

El marxismo-leninismo es ciencia, y como tal debe desarrollarse y aplicarse de manera dialéctica en las realidades nacionales. No podemos cometer el error de comprender de forma mecánica las experiencias revolucionarias a nivel mundial. Analicemos concretamente dos estrategias aplicadas históricamente por los Partidos Comunistas a nivel continental y su validez en éste momento histórico:

  • La revolución democrática, como vía de liberación nacional encaminada hacia la transición ininterrumpida al socialismo. Tradicionalmente ésta comprensión revolucionaria incluía un componente anti-feudal y en el caso del PCB a partir del último programa un componente anti-oligárquico. Se justifica dentro de una correlación de fuerzas mundial (con la contra-hegemonía del bloque soviético). Busca un proceso de acumulación de fuerzas del proletariado bajo un gobierno democrático-burgués (cuyo tinte varia según la experiencia histórica). Seamos claros: la democracia está siempre al servicio de una clase social, mientras ésta clase no sea el proletariado – por mayores condiciones para nuestro desarrollo que nos permita – se trata de la dictadura burguesa. El anti-imperialismo, como ya dije, o es anti-capitalista, o no es. No dudamos de la existencia de tareas democrática-burguesas pendientes, sin embargo estas tareas las puede y debe cumplir el proletariado (tal y como manda la Tesis Socialista de la COB de 1970 y las propias experiencias de la Revolución Rusa de 1917). Si bien podemos aceptar como válida la experiencia de la revolución ininterrumpida del siglo XX, en el que por una correlación de fuerzas a nivel mundial (la presencia de un poderoso bloque socialista) permite la radicalización de procesos democrático-burguesas (por ejemplo la Revolución Cubana); tras la caída del Muro de Berlin hay un cambio drástico en la correlación de fuerzas, y por tanto debemos adecuar nuestra comprensión estratégica.

  • El Frente Popular, planteado por Dimitrov en la III Internacional en el año 1935 ante el avance del fascismo. Dimitrov para ésta estrategia, que plantea la unidad de socialistas, comunistas y otras fuerzas obreras, deja en claro la condición bajo la cual se puede construir éste frente: “La Internacional Comunista no pone para la unidad de acción ninguna clase de condiciones, con excepción de una elemental, aceptable para todos los obreros, a saber: que la unidad de acción vaya encaminada contra el fascismo, contra la ofensiva del capital, contra la amenaza de guerra, contra el enemigo de clase. He ahí nuestra condición.” La unidad debe encaminarse contra: el fascismo, el capital, la guerra y el enemigo de clase. Esta consigna ha sido utilizada para justificar una amplia gama de ‘alianzas electorales’ que a mucho exagerar podríamos decir que fueron anti-fascistas, sin embargo al parecer nuestros camaradas la lucha anti-capitalista, contra el enemigo de clase (Ej. Chile, Francia, Uruguay, Reino Unido, etc.) llegando a conformar alianzas con partidos burgueses para ‘detener al fascismo’. En los procesos de lucha anti-dictatoriales a nivel mundial se ha cometido el mismo error (no les resto en lo absoluto, el respeto por la consecuencia revolucionaria ante situaciones de horror y espanto a los comunistas en todo el mundo); sin embargo al poner como consigna principal la lucha contra la dictadura (Pinochet, Somoza, Franco, Banzer, etc) se formaron amplias alianzas que dieron lugar a transiciones hacía la democracia burguesa, sin poder avanzar hacía procesos socialistas.

A modo de analizar los procesos históricos se abre el debate en torno a la disputa por la hegemonía en procesos políticos y la reivindicación de los programas mínimos (democráticos) y máximos (socialistas). Aprender de los errores históricos es un proceso revolucionario, nos permite crecer, nos permite vencer. Nuestros principios siempre han planteado la crítica y auto-crítica, y es momento de ejercerlos de forma revolucionaria y constructiva para poder apuntar hacía nuestro objetivo histórico: el socialismo científico, como fase inferior del comunismo. Al criticar las comprensiones estratégicas que han predominado en los Partidos Comunistas de nuestro continente durante el último siglo, no planteo en contraparte el sectarismo, sino el desarrollo de una estrategia revolucionaria que incorpore a las más amplias masas explotadas y oprimidas del país en nuestra lucha por la toma del poder.

A nivel continental nos enfrentamos a los procesos populistas, que ejecutaron programas de mayor redistribución de capitales, políticas de democratización (nuevas Constituciones), protagonismo de organizaciones sociales (cooptación de las dirigencias e instrumentalización de las organizaciones), y un discurso cuyo tinte varia desde patriotismo, latinoamericanismo, indigenismo, el ‘socialismo del siglo XXI’, ‘socialismo comunitario’, etc. Estos gobiernos envueltos en escándalos de corrupción, con un caudillismo con características bonapartistas en muchos casos, crean una polarización en la sociedad entre ellos (patria, revolución, pueblo) frente a una oposición (los de siempre, neoliberales, imperialistas, etc).

En el plano económico, las bonanzas económicas han posibilitado una movilidad social ascendente, creando nuevas fracciones burguesas afines al oficialismo y en algunos casos alineando sectores de la vieja burguesía con el gobierno; endeudamiento externo y una transición de dependencias (del imperialismo estadounidense decadente, hacía imperialismos ruso, chino, etc). Mientras en el plano de lo subjetivo nos han arrancado el discurso de ‘izquierdas’, para adueñarse ellos.

El descontento popular ante los procesos ‘progresistas’, ha sido hasta el momento canalizado por la derecha reaccionaria, por los representantes de la vieja burguesía: Macri, Temer, etc. La izquierda revolucionaria aún no se ha constituido en una alternativa real, aunque en algunos casos ha empezado un proceso de crecimiento y presencia electoral (ANC en Ecuador, FIT en Argentina, Goyo en Peru, etc), el contenido de los programas y las posturas de estas agrupaciones varia desde una plataforma electoral trotskista en Argentina, pasando por una alianza ecuatoriana de centro-izquierda e izquierda, llegando a la experiencia peruana de una gobernación regional de izquierdas proyectado a nivel nacional.

Para analizar la situación nacional, debemos caracterizar de forma concreta el modo de producción dominante. El capitalismo, en su fase imperialista ha llegado a constituir relaciones de producción a nivel mundial y asigna a cada país un papel dentro de estas relaciones. Bolivia, ha sido relegada a una función de exportador de materia prima, sobre todo de mineral y de hidrocarburos.

A pesar de las numerosas promesas electorales no hemos llegado a una verdadera industrialización, dependemos de las importaciones alimentarias hasta para preparar un chairo, dependemos de empresas tras-nacionales para la explotación hidrocarburíferas, nuestra soberanía nacional apenas alcanza para el discurso. Nuestra dependencia y atraso tecnológico, junto a los modos secundarios de producción que aún persisten (comunitarias y semi-feudales) no contradicen el modo de producción principal en nuestro país – el capitalista (desde luego abigarrado, dependiente y atrasado).

La caracterización precisa de la composición de clases sociales en nuestro país, y una caracterización más profunda de la economía del país, se deben plantear en el Programa de nuestro Partido. Sin embargo se hace necesario plantear el tipo de Revolución por el que luchamos, ésta comprensión estratégica nos posibilitará trazar las líneas de trabajo en lo táctico y las tareas concretas en el plano orgánico.

Los comunistas, marxistas-leninistas, tenemos un sólo horizonte histórico: el socialismo científico. La única forma de garantizar la nueva sociedad hacía la cual apuntamos es la toma del poder, un gobierno de los trabajadores explotados y de las naciones oprimidas. Así como Marx y Engels, en el Manifiesto del Partido Comunista, expusieron abiertamente los dignos objetivos que nuestro movimiento tiene, nosotros debemos exponer públicamente nuestro sueño de una nueva sociedad sin explotación, sin opresión, con plena justicia social.

Los comunistas bolivianos luchamos por la REVOLUCIÓN SOCIALISTA. La revolución conquistará el poder político y económico para las clases trabajadores y naciones oprimidas; dará paso a la construcción de un nueva organización del estado con Poder Popular, en el que las clases trabajadoras asuman el papel de dirección en todos los niveles; impondrá la propiedad social sobre los medios de producción, la revolución mantendrá el principio de auto-determinación plena de las naciones (incluso de separarse). La revolución luchará contra el imperialismo, el colonialismo y toda forma de opresión. Será profundamente patriota, ya que devolverá al pueblo boliviano el poder soberano sobre todos los recursos naturales y los medios de producción, con una industrialización planificada y sostenible, una visión de cuidado íntegro del medio ambiente.

Plantea una transformación profunda de la sociedad boliviana basada en una nueva educación, la formación de una nueva persona con nuevos valores socialistas, en plena igualdad de condiciones, contra la doble explotación de la mujer, la lucha frontal contra la violencia machista en todas sus expresiones, y la inmediata legalización del aborto. La revolución también será internacionalista, profundamente solidario con las luchas de liberación nacional y anti-imperialistas a nivel mundial. Las tareas pendientes de la Revolución Nacional de 1952, que el Estado Plurinacional no ha cumplido, los cumpliremos bajo dirección de las clases trabajadoras.

Nuestra estrategia de la Revolución Socialista es excluyente con los proyectos democrático-burguesas que plantean simples reformas, consignas de respeto al orden constitucional o políticas progresistas sin mayor horizonte. No buscamos fortalecer el Estado burgués, buscamos destruirla y en su lugar construir el Estado Socialista (Poder Popular) con miras al comunismo.

Estamos seguros que hay otras fuerzas y agrupaciones políticas revolucionarias, con quienes en determinados contextos podremos luchar bajo un programa unitario, así como urge la organización de nuestro Partido para asumir nuestra tarea histórica. Nuestro Partido aspira a ser la expresión política de las clases trabajadoras, para lo cual debemos apuntar nuestras fuerzas hacía la construcción de una organización poderosa. Desde una comprensión de combinación de todas las formas de lucha (parlamentaria, sindical, académica, revolucionaria), debemos crear condiciones para garantizar nuestra victoria.

El objetivo táctico fundamental en éste primer momento corresponde a la construcción del Partido, pues, sin él no podremos avanzar hacía la consolidación de nuestros objetivos estratégicos. Debemos construir un Partido de la clase trabajadora, con frentes de lucha para asumir todas las formas de lucha. Nuestro Partido tiene la tarea de ir sentando el terreno en las mayorías trabajadoras del país para la revolución. A partir de nuestros frentes debemos demostrar la honestidad y la capacidad de nuestros cuadros: en lo sindical, en lo académico, en la gestión local, en los debates, en todos los sentidos.

Las clases trabajadoras del país esperan de nosotros, exigen de nosotros, la organización del Partido para dirigir la revolución. El horizonte, el porvenir histórico es uno sólo – el socialismo, y la clase social que ha de construirla es una sola – el proletariado. Ahora sólo queda preguntar ¿nos atrevemos a vencer?

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